Por Harold Cortés
«Levantándose muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, salió, y se fue a un lugar solitario, y allí oraba», Lucas 1.35.
La vida cristiana esta íntimamente ligada a la comunión con Dios. Todo creyente que desee madurar en la fe y llegar a la estatura de una persona madura debe practicar la oración como principio rector de crecimiento personal y espiritual.
Por un lado, la oración trae paz y descanso para el alma (Mateo 11.28), pero también fortalece la mente para estar alertas ante los ataques del enemigo (1 Pedro 5.6-8) y moldea nuestro carácter (1 Corintios 9.26-27).
So orar parece un desafío, debemos entender dos cosas: por un lado, es un habito que se construye día a día, paso a paso. Además, el Espíritu Santo nos ayuda en la tarea de pedir como nos conviene, pues intercede por nosotros (Romanos 8.26). No lo olvides, «la oración eficaz del justo puede mucho» (Santiago 5.16).
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